
"Tienes que saber lo que es intentar dejarlo antes de poderlo hacer de verdad. Sólo se aprende a través del fracaso, y lo que se aprende es la importancia de la previsión". Fragmento del libro que puede resumirlo.
Un monumental trabajo que rescata la jerga sniff, eso es Trainspotting. Música. Sexo. Fútbol. El precio de la (re)caída. Violencia. Asco. Muerte. Desempleo inducido. Humor negro. Antagonísmo. Eso y más nos deja esta novela con personajes que persisten y desisten en su lucha por mantener ese individualismo (lleno de vicios y virtudes), luchar contra la corriente para no ser consumidos por la sociedad, luchar contra la corriente para consumir heroína. Eso, o simplemente escapar.
Sin más preámbulos es un gusto facilitarles un fragmento de "Trainspotting" traducido por Federico Corriente. Un fragmento del capítulo "BUSCANDO AL HOMBRE INTERIOR". Una sucesión de párrafos que para mí son lo mejor que tiene este gran libro:
Tom Curzon, el consejero de la agencia para las drogas, un tío con un trasfondo más de trabajo social que médico, estaba metido en terapias rogerianas centradas en el cliente. Fui a la Biblioteca Central y leí El proceso de convertirse en persona de Carl Rogers. Pensé que el libro era una mierda, pero tengo que reconocer que Tom parecía aproximarme más a lo que me pareció podía ser la verdad. Me despreciaba a mí mismo y al mundo porque no quería enfrentarme a mis limitaciones y a las de la vida misma.
La aceptación de limitaciones derrotistas parecía pues constituir la salud mental, o el comportamiento no desviado.
El éxito y el fracaso significan simplemente la satisfacción y la frustración del deseo. El deseo puede ser predominantemente intrínseco, basado en nuestros impulsos individuales, o extrínseco, estimulado primordialmente por la publicidad, o los modelos de conducta social tal y como nos son presentados por los medios de comunicación y la cultura popular. A Tom le parece que mi concepto del éxito y el fracaso sólo opera a un nivel individual más que a un nivel individual y social. Debido a esta incapacidad en reconocer las recompensas sociales, el éxito (y el fracaso) sólo pueden ser experiencias pasajeras para mí, puesto que esa experiencia no puede apoyarse en la concesión socialmente organizada de la riqueza, el poder, el estatus, etc., ni, en caso de fracaso, en los estigmas o el reproche. Así que, según Tom, es inútil que me digan lo bien que he hecho los exámenes, o que tengo un buen trabajo, o que he ligado con una tía estupenda; ese tipo de alabanzas no significa nada para mí. Por supuesto, disfruto de estas cosas en su momento, o por sí mismas, pero su valor no puede mantenerse porque no hay reconocimiento alguno de la sociedad que las valora. Lo que Tom trata de decir, supongo, es que me importa todo un carajo. ¿Por qué?
Así que esto nos lleva otra vez a mi alienación frente a la sociedad. El problema es que Tom se niega a aceptar mi punto de vista de que la sociedad no puede ser cambiada para hacerla significativamente mejor, o que yo no puedo cambiar para facilitarle las cosas. Semejante estado de cosas induce depresión por mi parte, toda la ira se vuelve hacia dentro. Eso es lo que es la depresión, dicen. Sin embargo, la depresión también produce desmotivación. Un vacío que crece en tu interior. El caballo llena el vacío, y también me ayuda a satisfacer mi necesidad de autodestruirme, el rollo de la ira vuelta para dentro otra vez.
Así que, básicamente, aquí estoy de acuerdo con Tom. Donde hay divergencia es en que él se niega a ver este cuadro en su total crudeza. Él cree que padezco por insuficiencia de autoestima, y que me niego a reconocerlo proyectando la culpa sobre la sociedad. Él piensa que mi mecanismo para anular las recompensas y alabanzas (y también la condena) que la sociedad pone a mi alcance no es un rechazo de estos valores de por sí, sino un indicio de que no me siento lo bastante bueno (o lo bastante malo) para aceptarlos. En vez de coger y decir: No creo que posea estas cualidades (o: Pienso que soy mejor que todo eso), digo: De todos modos, es un montón de puta mierda.
Hazel me dijo, justo antes de decirme que no quería verme más, cuando empecé a picarme por enésima vez: «Sólo quieres joder la marrana con las drogas para que todo el mundo piense lo profundo y lo jodidamente complicado que eres. Resulta patético, y es un puto aburrimiento.»
En cierto sentido, prefiero el punto de vista de Hazel. Hay un elemento de ego en él. Hazel entiende de las necesidades del ego. Es escaparatista en un gran almacén, pero se describe a sí misma como una «artista del despliegue para el consumo» o algo así. ¿Por qué iba yo a rechazar al mundo, verme a mí mismo como mejor que él? Porque sí, por eso. Porque lo soy, me cago en Dios, y punto.
La consecuencia de esta actitud es que me han enviado a esta mierda de terapia/consejos. Yo no quería todo esto. Era o esto o la cárcel. Empiezo a pensar que a Spud le tocó la opción blanda. Esta mierda me enturbia las aguas; confunde en vez de clarificar las cuestiones. Básicamente, lo único que pido es que cada cual se ocupe de sus propios asuntos y yo haré otro tanto. ¿Por qué será que sólo porque uno utiliza drogas duras todo quisque se cree con derecho a diseccionarle y analizarle?
Una vez que aceptas que tienen ese derecho, te unirás a ellos en la búsqueda de ese santo grial, esa cosa que te hace funcionar. Entonces les escucharás, y te dejarás embaucar hasta creerte cualquier teoría sacada del culo que escojan atribuirte sobre tu conducta. Entonces eres suyo, no tuyo; la dependencia se desplaza de la droga a ellos.
La sociedad inventa una lógica falsa y retorcida para absorber y canalizar el comportamiento de la gente cuyo comportamiento está fuera de los cánones mayoritarios. Supongamos que conoces todos los pros y los contras, sabes que vas a tener una vida corta, estás en posesión de tus facultades, etcétera, etcétera, pero sigues queriendo utilizar el caballo. No te dejarán hacerlo. No te dejarán hacerlo, porque lo verían como una señal de su propio fracaso. El hecho de que simplemente elijas rechazar lo que tienen para ofrecerte. Elígenos a nosotros. Elige la vida. Elige pagar hipotecas; elige lavadoras; elige coches; elige sentarte en un sofá a ver concursos que embotan la mente y aplastan el espíritu, atiborrándote la boca de puta comida basura. Elige pudrirte en vida, meándote y cagándote en una residencia, convertido en una puta vergüenza total para los niñatos egoístas y hechos polvo que has traído al mundo. Elige la vida.
Pues bien, yo elijo no elegir la vida. Si los muy cabrones no pueden soportarlo, ése es su puto problema. Como dijo Harry Lauder, sólo pretendo continuar así hasta el final del camino...
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