Segundos después de haber leído la novela más vendida en la historia de la literatura chilena, crucé los brazos sobre mi pecho y no se me ocurrió otra cosa que decir «¿Cuál será la novela más vendida en la historia de la literatura boliviana?».

Lo sé, comunicar públicamente “tan memorable suceso” puede causar:

A. Que usted ponga en duda mis conocimientos literarios.
B. Que usted solicite la asignación de otra persona para la elaboración de reseñas en este espacio.
C. Que llene el espacio punteado con su opinión ………………..........................
D. Todas las anteriores.

Conversando con algunos amigos me enteré de que acá en Bolivia contadísimos son los novelistas que en vida lograron vender poco más de veinte mil ejemplares de alguno de sus libros. ¿Cuán cierto será?

Continúo.

Revisando en la biblioteca familiar tropecé con una novela corta que hace años superó el millón de ejemplares vendidos en el país vecino; Palomita blanca de Enrique Lafourcade.

Tal vez y solo tal vez, el éxito de Palomita Blanca —llevada incluso al cine— se deba a la problemática a la que se ven expuestos sus protagonistas, dos adolescentes —Maria y Juan Carlos— poco antes de los comicios electorales de 1970 y durante los primeros meses de la presidencia de Salvador Allende. Aunque quién sabe… tal vez y sólo tal vez, el éxito se debe a su lectura obligada en los colegios de Chile.

- Este es Bob Dylan - me explicó.
- ¡Ah! - le dije.
- ¡Y este es Jimmy Hendrix! ¡El descueve!
Yo no conocía a nadie.
Y me mostró a otros, la Joan Báez y la Judy Collins, pero volvió a decirme que Hendrix era la muerte.
- ¿No tienes a Manzanero?
- No.
- ¿No te gusta?
- No lo conozco.
Yo me reí, contenta. Había algo que Juan Carlos no conocía. Yo iba a tratar de que conociera a Manzanero. Estaba segura de que apenas lo escuchara...
- Es como romántico - le dije-. No sé si te va a gustar.

Novela corta que rescata la jerga criolla y popular de aquel entonces. Novela de encuentros y desencuentros entre «momios» —descalificativo aplicado a los miembros de la derecha— y «upelientos» —descalificativo aplicado a los que apoyaban a Allende. Libro en que el lector encontrará amores adolescentes, hippismo, religiones y sectas, diferencia de clases, enfrentamientos político-partidarios, incomprensión entre padres e hijos, desilusiones, drogas; un retrato de la sociedad chilena de finales de los 60 e inicios de los 70.

…salió la vieja, mi mamá, más curada que nunca, cochina, como si se hubiera caído al barro, y nos empezó a insultar y no quiso dejar entrar ni al doctor, y la meica estaba en la puerta, con una lata llena de hierbas que echaban humo, y mi mamá gritaba: ¡Un angelito! ¡Un angelito! ¡Para Allende, momios culiados! ¡Alessandristas culiados! - gritaba.

Yo no paré de llorar hasta la casa. Al día siguiente traté de ir de nuevo y no me dejaron. En la Posta, donde pidieron el certificado, el doctor Briceño nos contó... parece que el niño había comido muchos tallarines crudos... Yo ni siquiera supe dónde lo enterraron. Porotito era tan lindo. Tenía un caballo que le había regalado para la Pascua, un palo de escoba con una cabeza de caballo.

Personalmente noté altibajos durante su lectura. Pero no por eso voy a ignorar algunos detalles. Palomita blanca curiosamente fue escrita con el objetivo de demostrarle a Octavio —uno de los hijos de Enrique Lafourcade— lo equivocado que estaba cuando aseguraba que su padre no lo entendía; a decir de su autor Palomita blanca «fue escrita en dos semanas». Lo que más llamó mi atención en la novela de Lafourcade fue el manejo de un recurso paratextual que, para ser sincero, no había visto anteriormente; cada uno de sus capítulos lleva un epígrafe a manera de título. Epígrafes que respetan el orden de la letra de una canción, que respetan la letra de la vidalita “A una paloma” de Daniel Viglietti.

Pero, al día siguiente, que era diecinueve de Octubre, no llegó. Lo esperé todo el día, me pasé, afuera, en la puerta, y estuve hasta, más de las diez de la noche, que mi madrina estaba furiosa, y pasaba rezando porque decía que yo me iba a perder, que no podía llegar tan tarde como anoche que había llegado como a las tres de la mañana, que ya no iba al colegio y que ahora, que parecía que se iba a acabar el mundo con todas las concentraciones y bombas y la radio que parecía que iba a estallar la revolución, y que cualquier noche, le traían muerta a su niña, me decía, y yo no podía explicarle nada, lo único que le dije es que tuviera confianza en mí, que todo se iba a arreglar le dije, me abracé a ella y dije que me creyera, que yo ahora era tan feliz, y anduve todo el día cantando esa canción de Manzanero que decía "Cuando estoy contigo, no siento el fracaso" y que decía "todo lo que tengo, lo encuentro en tus brazos" y la iba repitiendo una vez y otra mientras planchaba los pantalones, los bluyines y corría afuera a ver si Juan Carlos aparecía y volvía a pensar cuando me dijo que quería casarse conmigo, que no había nadie como yo, que yo era de él (…).

Pero, Juan Carlos no vino.

La historia del amor inocente e ingenuo, la de las promesas que se hacen las parejas jóvenes e inexpertas.

¿La calificación? Tres eÑes sobre cinco, tomando en cuenta el argumento, personajes, los diálogos, el estilo y la originalidad del recurso paratextual. Algunas cosas llegan a destiempo, como Palomita blanca, leerla de adolescente de seguro me hubiese encantado.

2 comentarios:

  1. Alexis, nota algunos deslices de ortografía y de puntuación.

    Por ejemplo: no pluralices las décadas: 60s, 70s (es tolerable, aunque no recomendable). Tus calificaciones Ñs: mejor Ñ a secas, o EÑES.

    «¿Cuál será la novela más vendida en la historia de la literatura boliviana?»(.) Lleva punto y aparte, ya que el cierre de interrogación delante de cierre de comillas no suple al punto.

    «Aunque quien sabe...». «Quién», con tilde.

    «Conversando con algunos amigos me enteré que...». La expresión correcta es «me enteré de que...».

    Las citas textuales adolecen (a simple vista) de transcripción defectuosa de comas; a menos que el original las llevé así. Dudoso.

    Un par de errores más, pero basta por hoy.

    Saludos.

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  2. Estimado Empu-Tante, agradezco tus observaciones. Realmente a ratos siento que me meto a hacer cosas que no debo. Pero ya ves, la testarudez y la confianza (injustificada )que tengo en mí mismo me llevan a seguir jugando con las palabras y a (re)introducirme en las reglas de tal juego.

    Bienvenidas tus observaciones siempre.

    Un abrazo.

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