¿Qué motiva la escritura de esta reseña? Dar vueltas en la Feria 16 de julio. Saber
adónde irán todas esas cosas que se regalan con cariño, con apuro. La vida de las cosas y el ruido que
producen al caer. Otra nota, sí, otra, sobre el libro citado en la oración
anterior. La casa museo, esa que se llena de recuerdos materializados en cosas:
libros sobre un estante oculto en el que puede hallarse o una reina de
corazones o Asma de Aldo Medinaceli.
¿Qué decir, entonces, comenzado un texto como el presente? ¿Tomar una pausa? ¿Retroceder
o ahogarme en el intento? Interrumpirme. Eso puedo hacer. Ceder. Medir
lo ya dicho en una videoreseña sobre Asma.
Recordar una de las visitas de Aldo Medinaceli: la visita que antecede lo hasta
acá dicho.
“Alexis, fuera ya de facebook y youtube, ¿qué
te pareció el libro?”
No me mido. Le digo que tres
cuentos me parecen prescindibles: LA PELEA ANTES DEL FIN, CONSTRUCCIÓN CONDENA y SAMIA.
¿He perdido un amigo? Aún no. Aldo me dice que son los cuentos más viejos del
libro. No sé si se justifica, pero me dice que LA PELEA ANTES DEL FIN permitió el
contacto entre él y Marcelo Paz Soldán, y que, durante la presentación del
libro en Santa Cruz, Darwin Pinto leyó fragmentos de ese cuento. ¿Será que todavía
hay quienes sienten lástima por los ilustradores?, me pregunto. Reconozco la
importancia de los personajes secundarios que validan lo dicho o hecho por antagonistas
y protagonistas, pero es que en ese cuento no hallo la importancia de ningún
personaje. Reconozco también que me he dado importancia en demasía al traer
esos dos nombres, el de Marcelo y el de Darwin, a este escenario; siendo que no
me he tomado una copa con ellos como reseñista no cumplo más que un rol, recomendar
o no textos, pero lo que quiero es invalidar lo dicho, lo no escuchado.
Hay cuentos que pueden resumirse
en una oración. LA PELEA
ANTES DEL FIN, toda esa metamorfosis en la que, en el último
párrafo, Trevor termina intuyendo o no que es la muerte. Todo. Hasta el
encuentro entre esos dos seres, uno hecho de carne y otro de huesos, pueden
resumirse en una oración: “Trevor sentía que sus huesos le estaban enviando un
mensaje.” Robert Scarpit en el prólogo de El
fabricante de nubes, libro que no recomiendo, por cierto, dice que un
cuento fantástico en su intento por valerse de hipérboles puede convertirse en
un cuento humorístico. ¡Pero ni siquiera eso con LA PELEA ANTES DEL FIN! No
es verosímil. Se vale de símbolos fáciles. Está escrito con poco tacto; ¡paradójicamente
su narrador-personaje dice que sus “sentidos estaban más despiertos que nunca”!
Me dice poco, por no decir que invita a decir nada.
Pero.
Oh esta costumbre de comenzar
hablando mal.
No pasa así con seis de los nueve
cuentos de Asma. Los otros se valen
de lo cotidiano, el fuerte, quizá, de Aldo: lo cotidiano y sus símbolos
efímeros. Su dedicatoria es ya una declaración de intenciones: “A quienes
fluyen.” Viajeros, migrantes, visitantes,
qué se yo. Asma, más que unidad
en sí, es una recopilación de lo producido por Aldo Medinaceli desde 2006 hasta
2014; ¿cuántos cuentos quedan para el morbo de las ediciones póstumas o el
olvido? Pertenencia, retención, pérdida, fluidez y (des)unión, quizá son
esas las palabras que definen a Asma.
EL ACTOR se convierte en el
público (en el satélite) de sí mismo, vacila a la hora de desprenderse de los
lugares que ha ocupado; más que un cuento en este caso lo que uno halla es un
perfil.
SANGRE VOYEUR corre frente a
ojos, no del lector, sino del espectador; ese producto del espectáculo. El
narrador de este metarelato se confunde describiendo lo ausente y aparentemente
inconcluso de escenarios que se suceden y sustituyen a los de la realidad.
CASA MUSEO o, más bien, casa que entre digresiones se convierte en un museo que
expone la culminación de una relación y el reinicio de otra. Jan, con la
intención de convertirlo en espectador, quiere al narrador-personaje fuera de
su casa museo. Johana quiere visitar museos ignorándose uno junto a los otros
personajes. Jan hace de guía de turismo y describe lo acontecido en los lugares
visitados y, a la vez, anuncia lo por acontecer implícitamente. Algo se rompe
en la casa museo. ¿Casa museo? ¡¿Cuál casa?! Un cuento lineal en que las
epifanías permiten que prestemos atención a la historia del narrador-personaje,
pieza (rota) de museo al fin, y su relación con los otros, con la intimidad
ajena. ¡Cuentazo!
INYECTA, imperativo de inyectar,
solución, fluido. La Incertidumbre
como sensación temporal frente a la Incertidumbre como condición del ser humano. Un
laboratorio que todos abandonan para incorporarse a otro. Personajes que se
reflejan parcialmente unos a otros amenazando con hacerlo de manera infinita. Imágenes
que se superponen mientras el conjunto es contenido en un espacio, un lugar.
Nadie, no sólo el narrador-personaje, puede asirse a un dogma por mucho tiempo.
Aún así, acá, está el por qué del nombre del libro: “Mi cuerpo llenándose de
más y más agua. Y la sensación de asfixia como una droga adormeciéndome. No
sentí miedo, dejé que la ansiedad creciera como un orgasmo del que no quería
despertar.”
REINA DE CORAZONES es un cuento
que invita a mirarnos la nuca o la fracción de nuestro cuello debajo de ella.
Una camisa a medio quitar termina siendo quitada por completo. Un pasado a
nuestras espaldas, cuando no sobre nuestros hombros. Señales que se suceden: lo
expuesto con el desarrollo de la trama como señal. La costumbre del juego, de
hablar como se habla en otro país. “He perdido hasta mi propio lenguaje, me
digo.” Pero acá nada se pierde, aunque Aldo nos diga que “todas las balas van
al cielo.” ¡Cuentazo!
FERIA 16 DE JULIO podría ser el
título excusa de un cuento en que la unidad está establecida por la sensación
de soledad. Cada personaje cuenta su historia por intermedio del narrador y el
último de ellos se acerca a una fogata “para dejar de sentir frío”, eso,
mientras la gente rodea al personaje de la primera historia contada, Anselmo,
receptor de todas esas cosas que se regalan o se roban con cariño, con apuro.
Anselmo que, como todos, dejará el puesto, recogiendo todo lo que en su momento
no fue suyo para que media hora después otro vendedor ocupe el lugar vacío.
Cada uno de los personajes visita la feria por intermedio de Maritza y Anselmo,
igual, el lector, aquel que sostiene objetos que posiblemente también terminen
allí. Cuento bien logrado.
¿Queda algo por decir?
Llama mi atención la presencia de
los escaparates en el libro de Aldo Medinaceli. También la distancia que toma
el escritor, la distancia que se duplica con la lectura del espectador
transitorio. Pienso en libros como El
sistema de los objetos de Jean Baudrillard, libros como La poética del espacio de Gastón
Bachelard durante esa búsqueda de una casa o al menos un rincón al que
aferrarse y del cual partir. Pienso en ese “medio de condiciones desiguales
bajo límites que los artistas comparten con quienes no lo son” del que habla
Néstor García Canclini en La sociedad sin
relato. Noto que, igualmente, en Asma, se repite la presencia confusa de
los sueños y la “de los que niegan haber soñado siquiera”.
Hallo luces en Asma: la dubitación de un narrador que a
ratos me recuerda a Beckett y la figura del boliviano cosmopolita que trató de
reflejar Jorge M. Rico Vargas en Cuentos
Internacionales.
Retrocedo en el marco de lo poco
que puedo hacer: Invitarlos a leer el libro.
Publicado en Ramona, junio de 2015
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