Imagina a un tipo abandonando el cálido espacio que albergaba a su trasero. Imagínalo saliendo casi sin abrigo al frío de una calle desierta a las cuatro de la mañana. Un tipo caminando después de haber tomado unos tragos y no satisfecho con ello después de haber tomado una siesta mientras el coche hacía el trayecto La Paz - El Alto.
Imagina ahora que la persona en cuestión cae al suelo de espaldas lentamente, y en su caída nota que a su alrededor se encuentran cuatro desconocidos; uno de ellos sosteniendo con fuerza una cuerda que en ese momento cumple una función, quitar el aire al incauto de turno, eso, mientras dos de los otros tres desconocidos le esculcan los bolsillos con la esperanza de una grata sorpresa, pero nada, nueva decepción. Un minuto olvidable para los presentes, menos para uno.
¿Te es difícil imaginar la "fortuna" del "desafortunado"? No te preocupes, yo te ayudo.
Imagina al individuo riendo, bueno, tratando de contener su risa mientras camina y deja cada vez más lejos el lugar del suceso. Imagínalo así, a unos pasos de llegar a otro ecosistema, lugar en el que ahora se siente más seguro, rodeado por gente con la que comparte un objetivo, abandonar lo antes posible tan frío espacio; cosa posible para quienes encuentren determinada línea de transporte público o a un taxista que dé el visto bueno a uno de sus presupuestos.
–¿Por qué reía el tipo? –Calma. Las cosas a su tiempo. -Mmmm bueno. -¿Puedo seguir? -Si. -Podría, de no ser porque me interrumpiste ¿Dónde me quedé? -En lo de las risas y el transporte público -¡Aja!
Para resumir ya que según parece tienes otras cosas que hacer, imagina al tipo encontrando a un taxista que apruebe su presupuesto y lo lleve a casa. Una vez detenido el coche, imagínalo contando sus monedas, pagando y segundos después dando vía libre a la risa contenida mientras su mirada perdida apunta al suelo y con una mano agarra su mentón. Cosa diferente estar al otro lado de la puerta, estar ya en casa.
-¿Pero no que los ladrones le esculcaron el bolsillo y se llevaron una decepción? -Eres un lector atento. ¿Pero acaso no tenías otras cosas que hacer? -Todos tenemos cosas que hacer pero si voy a perder mi tiempo que sea mientras tú sigas perdiendo el tuyo. -Por culpa de tu provocación pararía aquí el relato, pero no voy a hacerlo, de actuar así dejaría abierta la posibilidad de ser catalogado como mediocre por mis otros lectores y los detractores. -Esa posibilidad ha estado abierta desde que asumiste eso de que leer siempre lleva a escribir. -¡Aaaarg! Calla canalla, voy a continuar lo quieras o no. -En ningún momento dije que no debas hacerlo.
Siempre queda abierta la pequeñísima probabilidad de que los ladrones no esculquen bien. Pues nada, eso sucedió. Si el individuo habrá sido de sus primeras víctimas, no lo sé. Sabiendo eso, imagina entonces las caras de los responsables de la caída del agredido al encontrar tan solo algo de papel higiénico en sus bolsillos, imagínalos asumiendo resignados la posición del "ni modo, veamos como nos va con el siguiente", alejándose del lugar y dejando tendido al tipo en el suelo. Eso, hasta que uno de ellos vuelve para tenderle el brazo, lo levanta, saca de su bolsillo una moneda grande y le dice "Tomá, para tu pasaje. Che, ¿me escuchas? Esa moneda es para tu pasaje". Reacción sorpresiva que lleva a que se produzca por respuesta una palabra sonando a pregunta, "gracias".
-¿Cómo carajos pasan cosas como estas? -Yo que sé, yo solo juego acá el rol de hacer preguntas e interrumpir tu relato, pero esta vez preferiría que continúes. -Continúo entonces.
Imagina finalmente que el personaje de este suceso no es producto de la ficción. Imagina que soy yo, si, yo, quién escribe estas líneas un día después del suceso. ¿Si tenía teléfono móvil? No, hace meses que ando sin uno y de tenerlo ya no lo llevaría para acontecimientos en que haya alcohol de por medio. ¿Tarjeta de débito o Cédula de Identidad? Tampoco las llevo cuando es necesario doblar rutinariamente el codo sosteniendo un vaso. ¿Cuánto tenía en el bolsillo? Doce bolivianos con veinte centavos en monedas. Más la moneda del (para mi) respetable ladrón, trece bolivianos con veinte centavos en monedas. ¿Cuánto cobró el taxista? Doce bolivianos. ¿Dónde estuve antes? Preparándome (sin saberlo) para reforzar dos razonamientos, primero, una cosa se debe a otra y esta a otra, y esta a..., segundo, siempre será demasiado temprano para alegrarnos o ponernos tristes.
Me explico.
Terminada una jornada más en mi negocio de libros. No dudé en ir al Ëtno café a pesar de no hacerlo acompañado, tocaba celebrar con sus administradores y amigos sus cinco años funcionando. ¿A qué se debía tal necesidad? A que ese lugar y su gente (en cuatro de sus cinco años) siempre me hicieron sentir incluso mejor que en casa. Encontré a un par de viejos amigos, bebí cuatro vasos de té con té y una copa de ajenjo mientras acariciaba a mis oídos la música del lugar. Eso, hasta que noté que ya estaba llegado al límite de mi presupuesto y decidí abandonar.
Después de pagar y despedirme de los amigos bajé al centro de la ciudad de La Paz. Comí en la calle un plato que lleva jigote, carne y arroz; acá todos le llaman bistec. Saciada el hambre, volvió y ganó la tentación por conocer un boliche abierto hace un par de meses en La Paz, "El magnate". Ingresé, pedí una cerveza y ya cuando estaba por acabarla un tipo en grave estado de ebriedad se acerco a mi mesa y se sentó, pidió una cerveza, me la invitó a pesar de advertirle que no tener dinero para invitar otra. De rato en rato él abandonaba su asiento para demostrar sus habilidades como bailarín, trataba sin éxito de flirtear con una muchacha, luego con otra, y otra, hasta que lo perdí de vista y noté que me había dejado la botella. Bebí hasta terminar su contenido y luego abandoné el espacioso lugar no sin antes recomendar a una niña que tenga más cuidado con su bolso olvidado junto a su amiga durmiendo en una mesa mientras ella iba al baño. Había pasado casi una hora tolerando el ruido para mi producido por el reggeaton y las baladas latinas.
Una vez afuera y antes de tomar una de las líneas que me llevasen a la ciudad de El Alto, el reloj marcaba las 3:30 del sábado. Horas más tarde tengo una historia más para atravesar sin dificultad los linderos que separan a la sonrisa de la risa. Horas más tarde vuelvo a reír mirando al suelo al leer y releer este relato que no es "Pacto entre caballeros" de Joaquin Sabina, pero ambos estamos seguros de que "No pasaba de los veinte el mayor de los tres chicos que vinieron a atracarme...".
PD: Mi cuello está bien, les recuerdo que casi siempre utilizo jerseys de cuello alto ;-).
Imagina ahora que la persona en cuestión cae al suelo de espaldas lentamente, y en su caída nota que a su alrededor se encuentran cuatro desconocidos; uno de ellos sosteniendo con fuerza una cuerda que en ese momento cumple una función, quitar el aire al incauto de turno, eso, mientras dos de los otros tres desconocidos le esculcan los bolsillos con la esperanza de una grata sorpresa, pero nada, nueva decepción. Un minuto olvidable para los presentes, menos para uno.
¿Te es difícil imaginar la "fortuna" del "desafortunado"? No te preocupes, yo te ayudo.
Imagina al individuo riendo, bueno, tratando de contener su risa mientras camina y deja cada vez más lejos el lugar del suceso. Imagínalo así, a unos pasos de llegar a otro ecosistema, lugar en el que ahora se siente más seguro, rodeado por gente con la que comparte un objetivo, abandonar lo antes posible tan frío espacio; cosa posible para quienes encuentren determinada línea de transporte público o a un taxista que dé el visto bueno a uno de sus presupuestos.
–¿Por qué reía el tipo? –Calma. Las cosas a su tiempo. -Mmmm bueno. -¿Puedo seguir? -Si. -Podría, de no ser porque me interrumpiste ¿Dónde me quedé? -En lo de las risas y el transporte público -¡Aja!
Para resumir ya que según parece tienes otras cosas que hacer, imagina al tipo encontrando a un taxista que apruebe su presupuesto y lo lleve a casa. Una vez detenido el coche, imagínalo contando sus monedas, pagando y segundos después dando vía libre a la risa contenida mientras su mirada perdida apunta al suelo y con una mano agarra su mentón. Cosa diferente estar al otro lado de la puerta, estar ya en casa.
-¿Pero no que los ladrones le esculcaron el bolsillo y se llevaron una decepción? -Eres un lector atento. ¿Pero acaso no tenías otras cosas que hacer? -Todos tenemos cosas que hacer pero si voy a perder mi tiempo que sea mientras tú sigas perdiendo el tuyo. -Por culpa de tu provocación pararía aquí el relato, pero no voy a hacerlo, de actuar así dejaría abierta la posibilidad de ser catalogado como mediocre por mis otros lectores y los detractores. -Esa posibilidad ha estado abierta desde que asumiste eso de que leer siempre lleva a escribir. -¡Aaaarg! Calla canalla, voy a continuar lo quieras o no. -En ningún momento dije que no debas hacerlo.
Siempre queda abierta la pequeñísima probabilidad de que los ladrones no esculquen bien. Pues nada, eso sucedió. Si el individuo habrá sido de sus primeras víctimas, no lo sé. Sabiendo eso, imagina entonces las caras de los responsables de la caída del agredido al encontrar tan solo algo de papel higiénico en sus bolsillos, imagínalos asumiendo resignados la posición del "ni modo, veamos como nos va con el siguiente", alejándose del lugar y dejando tendido al tipo en el suelo. Eso, hasta que uno de ellos vuelve para tenderle el brazo, lo levanta, saca de su bolsillo una moneda grande y le dice "Tomá, para tu pasaje. Che, ¿me escuchas? Esa moneda es para tu pasaje". Reacción sorpresiva que lleva a que se produzca por respuesta una palabra sonando a pregunta, "gracias".
-¿Cómo carajos pasan cosas como estas? -Yo que sé, yo solo juego acá el rol de hacer preguntas e interrumpir tu relato, pero esta vez preferiría que continúes. -Continúo entonces.
Imagina finalmente que el personaje de este suceso no es producto de la ficción. Imagina que soy yo, si, yo, quién escribe estas líneas un día después del suceso. ¿Si tenía teléfono móvil? No, hace meses que ando sin uno y de tenerlo ya no lo llevaría para acontecimientos en que haya alcohol de por medio. ¿Tarjeta de débito o Cédula de Identidad? Tampoco las llevo cuando es necesario doblar rutinariamente el codo sosteniendo un vaso. ¿Cuánto tenía en el bolsillo? Doce bolivianos con veinte centavos en monedas. Más la moneda del (para mi) respetable ladrón, trece bolivianos con veinte centavos en monedas. ¿Cuánto cobró el taxista? Doce bolivianos. ¿Dónde estuve antes? Preparándome (sin saberlo) para reforzar dos razonamientos, primero, una cosa se debe a otra y esta a otra, y esta a..., segundo, siempre será demasiado temprano para alegrarnos o ponernos tristes.
Me explico.
Terminada una jornada más en mi negocio de libros. No dudé en ir al Ëtno café a pesar de no hacerlo acompañado, tocaba celebrar con sus administradores y amigos sus cinco años funcionando. ¿A qué se debía tal necesidad? A que ese lugar y su gente (en cuatro de sus cinco años) siempre me hicieron sentir incluso mejor que en casa. Encontré a un par de viejos amigos, bebí cuatro vasos de té con té y una copa de ajenjo mientras acariciaba a mis oídos la música del lugar. Eso, hasta que noté que ya estaba llegado al límite de mi presupuesto y decidí abandonar.
Después de pagar y despedirme de los amigos bajé al centro de la ciudad de La Paz. Comí en la calle un plato que lleva jigote, carne y arroz; acá todos le llaman bistec. Saciada el hambre, volvió y ganó la tentación por conocer un boliche abierto hace un par de meses en La Paz, "El magnate". Ingresé, pedí una cerveza y ya cuando estaba por acabarla un tipo en grave estado de ebriedad se acerco a mi mesa y se sentó, pidió una cerveza, me la invitó a pesar de advertirle que no tener dinero para invitar otra. De rato en rato él abandonaba su asiento para demostrar sus habilidades como bailarín, trataba sin éxito de flirtear con una muchacha, luego con otra, y otra, hasta que lo perdí de vista y noté que me había dejado la botella. Bebí hasta terminar su contenido y luego abandoné el espacioso lugar no sin antes recomendar a una niña que tenga más cuidado con su bolso olvidado junto a su amiga durmiendo en una mesa mientras ella iba al baño. Había pasado casi una hora tolerando el ruido para mi producido por el reggeaton y las baladas latinas.
Una vez afuera y antes de tomar una de las líneas que me llevasen a la ciudad de El Alto, el reloj marcaba las 3:30 del sábado. Horas más tarde tengo una historia más para atravesar sin dificultad los linderos que separan a la sonrisa de la risa. Horas más tarde vuelvo a reír mirando al suelo al leer y releer este relato que no es "Pacto entre caballeros" de Joaquin Sabina, pero ambos estamos seguros de que "No pasaba de los veinte el mayor de los tres chicos que vinieron a atracarme...".
PD: Mi cuello está bien, les recuerdo que casi siempre utilizo jerseys de cuello alto ;-).
Pues nome queda claro donde te asaltaron...
ResponderEliminarEn el alto te hubieran sacado hasta los zapatos..la chamarra...
He visto borrachos en calzoncillos en el alto.
Los zapatos chamarra etc lso venden en el barrio chino.
Anínimo, si era El Alto, sobre la avenida 6 de marzo (entre el puente distribuidor de La Ceja y la Calle 1).
ResponderEliminarNo uso zapatos, uso abarcas siempre, No llevo chamarra por lo general.
Y si, también he visto borrachos en calzoncillo por allá y gente yendo a comprar lo que le robaron el el barrio chino.
Mario Duran en su blog toca el tema de la inseguridad en El Alto, recomiendo leer su post y comentar para ampliar información :-) http://bolivianueva.blogspot.com/2010/08/el-alto-inseguridad-presente.html
días de suerte!
ResponderEliminarprueba la lotería. Abrazos!
Pitelia, mejor voy a la feria del libro por tercera vez para ver si esta vez si esta vez se compadecen de mi cuando les diga "rebajame casero(a)"
ResponderEliminarUn abrazo y gracias por la visita :-)
Ha debido andar por ahí tu ángel de la guarda, sino te hubieran dejado como gallina desplumada.
ResponderEliminarNo tientes tanto a las suerte, mi querido Alexis. Un abrazote.
Querida Vania, no creo en ángeles de la guarda, pero si en eso que dices de que sería bueno que no tiente tanto a la suerte.
ResponderEliminarCreo más bien en una serie de sucesos que hacen afortunados a unos y desafortunados a otros, quiéralo uno o no. Por eso en lo personal hay cosas en las que trato de no planificar, cosa que no significa que no planifique.
Te recomiendo ver la película "the air I breath". En este link encuentras un buen trailer http://www.youtube.com/watch?v=w8JGh5z9IDk y en este link una buena sinopsis http://www.labutaca.net/films/62/cuatro-vidas.php
Besos y abrazos
que te puedo decir que no te haya dicho ya...
ResponderEliminarlibrarte de esta de la manera en que te libraste es una de las paradojas de la vida, solo pasa una vez y solo le pasa a algun afortunado.
pero igual, cuidate mucho!
Raisa, te recuerdo que Bolivia es el país de lo posible, donde nada es seguro, todo es posible.
ResponderEliminarHace más de un mes, un compañero de trayecto a uno de los barrios de El Alto, al ver que no tenía para pasaje a las 03:00 de la matina, hizo el favor de pagar el mío y recomendarme que haga tal cuando me encuentre al lado de otro desafortunado por el bien común de los bebedores en el país.
Da por hecho el que haré caso de tu recomendación al menos hasta el fin de semana, días en que la curiosidad me termina ganando y llevándome a situaciones vulnerables como las de la crónica ;-).
Besos.
jajajajajaja me FASCINA como escribes en primer lugar, haces honor a ese estilo de escritura.....Luego, pues....esa noche no solo demostró que no te tocaba ser vilmente desplumado, sino, le tocó el corazón a alguien que hace lo que hace sin tener que serlo precisamente....eres un buen tipo, y a los buenos tipos usualmente les pasan cosas como ésta.....
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