En la lista del 2013, como ya es habitual, decenas de libros no lograron ingresar. Esta es la cuarta vez que elaboro una lista. ¿Llevo ya experiencia en ello? No lo sé. Noto que incluso un año no basta para hacerme de una impresión de aquello que aun voy asimilando. Los libros como las personas para el librero: dejas ir algunos, luego te arrepientes. Dejé partir, por ejemplo, el 2012, a La senda del perdedor de Charles Bukowski, pero lo extraño. Extraño aquel ejemplar lleno de post-its y algunas anotaciones a las que no debo llamar mías, porque ya no lo son. La senda del perdedor no figura en la lista de aquel año y momentos en que escribo ésto, ¡horror!, pienso que aquella lista podría prescindir más bien de La dama del perrito de Antón Chéjov.
Por ello no quiero dejar de nombrar algunos títulos que, por razones cuestionables, no entraron en la lista del 2013. Libros como: La vida de mi padre y otros ensayos de Raymond Carver (que tampoco tengo en manos por lo aquí expuesto), El Maestro y Margarita de Mijaíl Bulkgákov, Representaciones del intelectual de Edward W. Said, Olga de Chiara Zocchi, Lecturas para minutos de Hermann Hesse, Historias de mujeres de Rosa Montero, Apócrifos de Karel Čapek, El Derrumbe de Dino Buzzati, El pentágono de Antonio Di Benedetto, Del relámpago de Gonzalo Rojas, Viaje al rededor de mi cuarto de Xavier de Maistre, La Sirena y otros relatos de Giuseppe Tomasi Di Lampedusa, Secretos del Estado Mayor de Ricardo M. Setaro, El indio en la novela de América de Aida Cometta Manzoni y La isla de los pingüinos de Anatole France, entre tantos.
A continuación, dejo mi frágil lista: la lista de los trece títulos que se incorporaron el 2013 a mi biblioteca personal:
A continuación, dejo mi frágil lista: la lista de los trece títulos que se incorporaron el 2013 a mi biblioteca personal:
13. Problemas Filosóficos de la
Teoría de la
Memoria
M. S. Rogovin
Suramericana
Traducción de Ala de Caneva
12. Evocación de Augusto Céspedes
Mariano Baptista Gumucio
N.L.E. Caraspas
11. El sistema de los objetos
Jean Baudrillard
Traducción de Francisco
Gonzáles Aramburu
Siglo veintiuno editores
10. Con los tiernos infantes terribles
Edmundo Valadés (selección)
García Valadés editores
09. Confesiones filosóficas
José González Ríos
Quadrata
08. Ser joven en El Alto
Germán Guaygua, Ángela
Riveros y Máximo Quisbert
PIEB
07. Tierra firme anticipada
Fernando Flores Morador
Ediciones de la Banda Oriental
06. Secreciones, excreciones y desatinos
Rubem Fonseca
Traducción de Basilio Losada
Seix Barral
05. La caza sutil y otros textos
Julio Ramón Ribeyro
Ediciones Universidad Diego
Portales
04. La marrana negra de la literatura rosa
Carlos Velázquez
Sexto Piso
03. El loro de Flaubert
Julian Barnes
Traducción de Antonio Mauri
Anagrama
02. El cero y el infinito
Arthur Koestler
Traducción de G. Nicholson
EMECÉ
01. Matadero Cinco
Kurt Vonnegut, Jr.
Traducción de Margarita García
Bruguera
¿Por qué Matadero Cinco encabeza esta lista?
—¿Por qué yo?
—Esa es una pregunta muy terrenal, señor Pilgrim. ¿Por qué nosotros?, podríamos decir. ¿Por qué cualquier cosa? Simplemente, porque este momento es. ¿Ha visto usted alguna vez insectos atrapados en ámbar?
—Si —respondió Billy, que recordó el pisapapeles que tenía en su oficina: era un bloque de ámbar pulido, con tres insectos hembras aprisionadas dentro.
—Bien, aquí estamos, señor Pilgrim, atrapados en el ámbar de este momento. No hay ningún porqué.
—Esa es una pregunta muy terrenal, señor Pilgrim. ¿Por qué nosotros?, podríamos decir. ¿Por qué cualquier cosa? Simplemente, porque este momento es. ¿Ha visto usted alguna vez insectos atrapados en ámbar?
—Si —respondió Billy, que recordó el pisapapeles que tenía en su oficina: era un bloque de ámbar pulido, con tres insectos hembras aprisionadas dentro.
—Bien, aquí estamos, señor Pilgrim, atrapados en el ámbar de este momento. No hay ningún porqué.
Cuando uno se sabe parte de algo que siempre estuvo
lejos del principio y que más bien está cerca del final: corrige, en su
imaginación, lo que hecho está. Siente, en el mejor de los casos, entre el 51%
y el 99% de lo que en su momento vivió. Nota que las perspectivas de un futuro
mejor fueron eso; que nada es como se deseaba. Finalmente, esboza una sonrisa,
o no.
Pocos libros te dicen, con la llegada de la última página, que si lo leíste es
porque tenías que hacerlo, porque debías hacerlo. Matadero Cinco lo hace de
forma literal. Repara lo acontecido (en todo aquello que mal llamamos
Holocausto) proyectando la película para atrás. Hace apología de lo que sí
merece. Nos recuerda, simplemente, que no hay paso que no sea antecesor de
otro; que es inevitable intercalar entre asombro y aburrimiento, entre
sufrimiento y felicidad; que el tiempo como concepto es uno sólo, es palabra
que, ilusoriamente, hemos fragmentado por la necesidad de (pasado, presente y
futuro) tres conceptos más.
Billy Pilgrim es sólo el testigo de una vida a la que
llamó suya, antes, durante y después del bombardeo en Dresde; antes durante y
después de la Segunda
Guerra Mundial. Pero no es ésto lo que cambió su vida, o al
menos no radicalmente, sino su encuentro con los habitantes de Tralfamadore,
eso, y su encuentro con Howard W. Campbell, escritor de ciencia ficción que
influyó en Pilgrim (?); frontera difusa entre lo soñado, lo leído y lo vivido.
La lectura de este libro (Faulkner de lado) me llevó
a encontrar uno entre tantos intentos de solución que se puede dar al problema
de la representación de la simultaneidad de los acontecimientos (identificado
por Julio Ramón Ribeyro en su ensayo Problemas del novelista actual). En Matadero
Cinco el tiempo, y lo acontecido en él, se entiende como un conjunto
indivisible e inevitable, y no como presente y futuro construíble. Me explico:
Pilgrim, incluso antes de contactar con los tralfamadorianos, rememora futuro y
pasado; todo lo por vivir él lo ha vivido. Parpadea y viaja por el tiempo.
Narra una historia ya narrada y lo hace en tiempos que no son lineales; salta
de pasado a futuro, y viceversa, porque dice tener la capacidad de hacerlo, y
la tiene (?). Máximo ve al presente (presente que el lector no sabe cuál es)
como el momento a ser disfrutado si es que uno, claro, se sabe feliz. El cuerpo
de Pilgrim yace muerto, aparentemente, pero en en muchos otros momentos está
vivo y estúpidamente feliz. Así es. Es así. El problema de la simultaneidad ya
no es del narrador, entonces, es del lector que se ve obligado a vivir la
realidad mientras, libro en manos, lee; mientras interrumpe su lectura para
hacer introspección; mientras algo sucede fuera de lo que miran los demás.
Dos soldados cansados y mal equipados se miran, el
uno pertenece al bando opuesto del otro. El pájaro, más no su canto, cesó. Así
fue.
Llega el momento, entonces, en que el lector se
convierte (si no es que recién llega a saberse) en estatua de sal; sufre un
cambio. "La gente no debe mirar hacia atrás", nos dice Vonnegut... Si
no es para volver, a causa de un malentendido, como los niños que fueron
enviados de vuelta a casa en La cruzada de los inocentes: No, definitivamente
no.
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