Tu día podría haberse parecido a cualquiera. No sería una novedad, hay algo que se llama… ejemmm… -¡¡¡Rutina!!! Si, eso que dijiste, pero considero una idiotez el tener esta conversación. Mi intención no es la de tener una conversación contigo. Peor aún dialogar. No, tu sabes, yo se, y ese señor, o señora al o la cual lo o la han descrito con características bastante amigables también lo sabe, gobernador o gobernadora no elegido o elegida en sufragio, juez y parte de este mundo quién se hizo de un enemigo para hacer las cosas más entretenidas en este para nosotrossss pedazo deee, mmm, pedazo deee -¿De cielo? No, en este pedazo de mmm ierda. Si, mierda, dilo tú también, ¡¡¡Mierda!!! Perdóname si contradigo tu labia, tu visión afable de mundo e irrumpo descortésmente en tus oídos. Pero desde hace mucho acaece monótonamente un acontecer molesto para cualquiera con un poco de razonamiento. Si yo fuera tú me molestaría o por lo menos trataría de perturbar mi triste realidad, o sea la tuya. No creo que seas estúpido, tal vez demasiado bueno, probablemente hasta muy hipócrita. Yo sé, no estás acá solo para tolerar oír, o mejor dicho escuchar como te insulta un tipo. Es más no estás aquí, o probablemente sea yo quién no está aquí, o peor aún no estén aquí quienes leen esto, quienes lo escuchan. Perdón, tú sabes que como digo una cosa digo otra. Perdóname por un cambio en este monologo frustrado por tu presencia. Pero eso si, no voy a siquiera disculparme por mis aseveraciones, eres demasiado bueno, confundido con estúpido y te pasas de hipócrita. –Pero… ¿Acaso es malo ser bueno? No, no lo es, además considero ahora que si bien mi intención de no tener contacto comunicacional contigo se ha visto frustrada, lo mismo ha sucedido con la probabilidad de recibir atención de tu parte. Es muy diferente y tu deberías saberlo el ser bueno y el pasarse de bueno. El “bueno” actúa en base a una cantidad de preceptos finalmente formados de manera propia. “El que se pasa de bueno”, trata de satisfacer a todos, habiendo formado en su cabeza la idealización del ser humano, no quejándose nunca, a pesar de sufrir y sentirse incomodo por el pisoteo por parte de todos los componentes de la humanidad con quienes cruzó camino en algún momento de su vida.
Calma, tranquilo, no llores, es cierto, pero no es para tanto. Jamás te diría todo esto por odio. No es por odio no, no es por odio, no, si yo en el fondo te quiero. ¡¡¡Ya basta!!! Cállate. Eso. Compórtate, sino me voy, es cuestión de una decisión tuya nada más. Tu divagación y tu rutina pueden continuar.
Mja. Lo sabia, en el fondo esta avaluación “imparcial” sería de tu agrado a pesar de lo cruel que pueda parecer. Continuemos entonces. Voy a darte solo un ejemplo de este tu actuar. El cual no es malo siempre y cuando suscite una evolución en tu vida. Evidentemente, mucho no hay por hacer. No soy el viejo o vieja de arriba, no. Pues si deseas modificar el resto de tu ser se necesita más que una actitud paternal. Se necesita dinero y mucha paciencia. Por otro lado será necesaria una adquisición disciplinada de bastante conocimiento, una búsqueda seria de una personalidad muy definida. Yo no pienso perder mis valiosos instantes en ser quién se ocupe de eso. Sonsera. Otro que lo haga. Yo no. Que lo haga un diseñador, un estilista, un “sincero” vendedor de ropa nueva o usada. Aunque lo mejor sería que lo hagas tú agarrando varios libros, viviendo más allá donde no solo se encuentren tus amigos de toda la vida. Horas frente a un cantinero o uno o más vasos de bebida alcohólica. Yo no pienso hacer tanto. Yo solo voy a ocuparme de tu estúpida bondad.
Un ejemplo de una situación con características de este tu actuar podría ser el acaecido ayer. Si ayer. Tú estabas caminando, o mejor dicho corriendo. Lo hacías con una velocidad tal, puesto que de otra forma el burro. ¿Así se llama el perro de tu vecino o no? (entiéndanse esta pregunta como referida a la propiedad del animal en cuestión y no se confunda con otra poseedora de un adjetivo descalificativo). Luego, ingresaste al vehículo mientras temeroso aún observabas la presencia del can fuera persiguiendo al coche, ladrando, bueno, ladrándote. Revisabas el maletín tratando de ordenar todo el trabajo de papelería retrasado. Tu intención de obtener un ascenso era manifiesta con tu solicitud de más trabajo. Cosa aprovechada por tu superior y amigos suyos, compañeros tuyos de trabajo, quienes tenían muchos privilegios especialmente a la hora de salir y de entrar de la oficina, en sí quiérase o no firme competencia antepuesta a tus aspiraciones y deseos. El vehículo se detuvo en una estación vehicular donde recargaba gasolina. Muchos se quejaban por tal acto, echando en cara a las espaldas del chofer las prohibiciones del país en lo referente a cargar combustible a los vehículos que tengan pasajeros dentro, sin por ello dignarse a bajar. Otros, molestos mascullaban todo el diccionario de soeces angustiados por el seguro descuento o el retraso a sus actividades laborales. Tú no decías nada, perdonando el descuido no previsto del chofer y su ayudante. Debiste de decir algo o por lo menos recordar tu carencia de monedas en ese instante. Pagar con cincuenta bolivianos justo en ese momento, la hora pico en que los chóferes y sus ayucos alegan no tener cambio. O tal vez el problema tuyo sea como decía el pasarte de bueno. Considero esto recordando el momento de cobranza del ayudante. “Pasajes, sueltos no más, no tengo cambio”. Tú por inercia revisabas tus bolsillos, no encontrando sumas menores a los 100.- y 50.- bolivianos. La tranquilidad que te caracteriza se hizo manifiesta cuando intentabas pagar con el billete de corte menor. Mientras el vocero reaccionaba con tono de reproche: “no tengo cambio ¡Sueltos no más che, si recién estamos saliendo!”. Tú te disculpabas, uno de los pasajeros abogaba por ti, recordando al segundo al mando en el vehículo la falta constante de cambio por parte del transporte público, el chofer apoyaba a su acompañante sin mostrar el rostro. Tú te molestabas contigo mismo por no tener una simple moneda de 1.- boliviano en el bolsillo para pagar la tarifa “Senkata El Alto – Ceja de El Alto”. Seguías disculpándote, rogando la comprensión del chofer y su ayudante. Buscabas alternativas de solución. Dentro el motorizado nadie iría a ayudarte, no tenían la posibilidad, o la voluntad. Faltando dos calles para tu destino avisaste tu disposición de cambiar el billete a una de las casas de cambio de moneda o a algún libre cambista situado entre la calle 2 y la Av. 6 de marzo. Dejaste tu maletín al bocero pidiendo la detención del coche a pesar de no estar este yuxtapuesto a la acera, cosa que no impresionó por la costumbre a ninguno de los pasajeros aún sentados dentro el vehículo. Corriste, el vehículo seguía avanzando. Realizaste el cambio, te apresuraste por alcanzar a los portadores de tus propiedades. Nunca los encontraste.
Te molestaste, eso era obvio, pero no dijiste nada. Solo rogabas por no ser despedido de la empresa tratando de justificar sinceramente la forma en que perdiste la documentación a ser revisada y despachada. No deberías haberte pasado de bueno. Por lo menos deberías haberle gritado a tu jefe, o al chofer o, al ayudante, o a alguien tu molestia justificada. Tal vez así no estarías viendo este espejo empañado por tu respiro. Tal vez así no percibirías la realidad de tu soledad en esta plaza en un horario en el que todos tienen algo por hacer y con quién hacerlo. Tal vez así no estarías hablando conmigo… es decir contigo.
0 Comentarios:
Publicar un comentario