Había un entresijo en su cabeza y no se debía precisamente a desconocer el porque de las fechas movibles de cada carnaval, no, tenía que ver más bien con una de esas dudas existenciales de fin de semana. Una de esas inquietudes en que a mayor esfuerzo por recordar, más inútil se hace esa masa rellena de neuronas llamada cerebro. Él, simplemente despertó sin saber como es que seguía aún vivo, vivo, pero sin un centavo y bajo una lluvia para nada tímida, empapado y sin zapatos pero vivo.
Recogiendo el humedecido y embarrado traje de pepino, siguió sin elección el trepidante camino a casa. Esforzándose en hacer memoria de lo sucedido, reprodujo en su cabeza una secuencia de fotogramas, a ratos coherentes, a ratos risibles, y que lo indujeron a dibujar una mueca parecida a una sonrisa, mas no pudo, hay historias para que otros sean los que rían mientras uno prefiere llorar.
El plan era simple y reservaba altas probabilidades para salir victorioso. El traje de pepino como anteriores años, un chorizo en la mano y una pequeña macana escondida en el bolsillo que alojaba a los billetes necesarios para insertarse en cualquier festejo. Si el plan le llegase a funcionar, podría adquirir fácilmente el dinero necesario para operar su nariz aguileña, motivo del continuo rechazo por parte de muchas féminas, a su decir.
Las 18:00 habían llegado, hora en que la entrada de chutas y pepinos en domingo de tentación cobraba mayor éxtasis. Todo era cuestión de saltar, hacer mofa de bailarines y del público espectador, falsear la voz imitando a la de un niño chillón con la de un fumador empedernido. Eso, y lo más importante, llevar una cerveza entre manos para hacerla coincidir con los vasos de los alegres señores que convidaban de su bolsillo. En resumen mostrarse amable hasta que en un momento de descuido pudiese alejar del grupo a la víctima y ¡zas!, una vez macana dentro chorizo, atestar severo golpe en la nuca del billetudo de turno.
Meticulosamente seleccionó al grupo para acercarse, un aglomerado de gente compuesto por personas en pleno festejo y llegando al estado del llanto y entrega de abrazos. Hizo correcta elección, por lo que encontró con tan buena suerte a un par de grupos con su respectivo desafortunado con bolsillos llenos. En una noche se hizo del dinero suficiente para librarse de la estética de su nariz y de paso para darse un viaje al salar de Uyuni. Como no ir a festejarlo, debía seguir la acción de todo buen carnavalero, así dejó zona hostil y se fue para un boliche en el que sonaba solamente música electrónica.
Una vez dentro fue el furor de la noche, más de una "niña bien" jaló de su folklórico traje para acercarlo a su caliente regazo. Bailó feliz, compró y consumió la bebida que quiso. Propuso unos brindis y blandeo el chorizo, que libre de la macana, atestaba flácidos y alegres golpes a los presentes.
Corría solo lo necesario a su careta de pepino para sorber de su vaso, quiso mantener el anonimato, actuando en contra del deseo de más de una traviesa chiquilla que se le acercase. Propuestas carnales para nada rechazables fueron las que le exhalaron quedo en el oído, todo a cambio de que fuese debelada la identidad del pepino.
A tanta insistencia, bueno, más bien debido a tanta euforia etílica, finalmente terminó aceptando la invitación de una de las desenfrenadas mujeres. Se excuso por unos minutos, ingresó al baño y una vez cerrada la puerta con llave extrajo nuevamente el arma y la mimetizó dentro del chorizo, so pretexto de protegerse de galanes frustrados que nada raro se animasen a dar rienda suelta a su rabia contra "el roba culos".
Ni bien fuera del ambiente musical y plácidamente dentro un taxi, comenzó el juego de manos y de labios. El morbo del chófer llevó a que pasen unos segundos antes de preguntar la dirección a la que los acaramelados jóvenes se dirigirían. Una vez claro el destino, "cualquier motel", el chófer arrancó, y en menos de 15 minutos cumplió con lo pedido.
Pagado el monto del taxi, la libido del desenmascarado no pudo más, arrinconó a la apasionada chiquilla en lo oscuro de la calle, ignoraron al motel aún estando a unos pasos. De repente el pudor le entró a la fémina y solicitó al enmascarado la llevase dentro el motel. Loco de pasión el pepino insistía en su posición de: "este es el lugar y el momento". Insistía mediante el juego de sus dedos y su lengua. Con tautológicos no, no, no, la mano entrecruzada de la no convencida dirigió a la altura de su nuca a la mano de su acompañante que sostenía el chorizo, golpe inocente con el que traviesamente trataba de reafirmar su opinión respecto a lo que consideraba ella un lugar adecuado.
El suelo acogió al desdichado y la niña no comprendió inicialmente el suceso. "Deja de jugar, deja de jugar pues pepinito", le decía; eso, hasta que entró en razón de que en las manos del personaje de carnaval se sostenía un pesado garrote forrado por algodón y tela. De repente a ella se le vinieron una serie de imágenes a su cabeza, todas ellas relacionadas a la idea de que se iba a atentar en contra de su integridad. Furiosa cogió el chorizo y le atestó dos golpes más en la cara "al que la había engañado". Revisó los bolsillos del caído en espera de dejarlo sin un centavo para regresar a su casa al desgraciado y se encontró con el fresco botín. Como nadie piensa dos veces ante la oportunidad de ganar más de lo pensado, cogió los billetes y alegre la afortunada se fue.
El contacto de los pies descalzos del vetusto pepino con un charco de agua le hizo volver a la realidad de la madrugada lluviosa. Recordó buena parte de la serie de sucesos desafortunados vividos, claro, sin imaginar siquiera los aconteceres del anterior párrafo. Aconteceres sabidos solo por ti querido lector. Según la versión de nuestro aguileño y ahora ensangrentado antihéroe, las razones para encontrarse en tan penosa situación se debieron a que: "La chica era miembro de un grupo delictivo, cuyos otros integrantes le habían golpeado a traición, un golpe en la nuca, y al ver que no caía, otro porrazo, pero esta vez en la cara,luego otro en la nuca con el que finalmente cayó inconsciente; momento en que los tipos aprovecharon para restregarle los bolsillos y ni siquiera perdonarle sus zapatos".
Claro que en el carnaval paceño todo es confuso, por ello se terminan creando historias como esta. Historias en que por lo mínimo un milésima de fracción es pura ficción. Historias escuchadas solo por oídos de amigos y que ni en broma muchos se animarían a contarle a sus padres. ¿Por qué? Simplemente porque en una siguiente ocasión, éstos, ante la solicitud de permiso de sus vástagos, terminarán respondiéndoles: "¡Me vale un pepino el carnaval paceño!".
Pepino: Personaje icono del carnaval paceño, hijo del arlequín y el kusillo... (leer más).
Chorizo: Arma cilíndrica embutida de trapos o algodón que blande todo pepino en carnavales.
Chorizo: Arma cilíndrica embutida de trapos o algodón que blande todo pepino en carnavales.
me está gustando la idea de ir a Chutear un poco por las tierras altas :D
ResponderEliminarQuiero felicitarte por este gran blog, la verdad lo encontré, en una de esas tantas búsquedas de nuevas experiencias y déjame decirte que me han encantado tus artículos, espero sigas así.
ResponderEliminarUn abrazo.