El pueblo tiene memoria. Memoria a corto plazo.
Cincuenta mil muertos. Veinticinco mil prisioneros. Ochenta años. Cuarenta grados centígrados. Treinta beneméritos vivos. Veinte jóvenes hablando sobre «aquella guerra». Diez los que tienen en su biblioteca: Chaco de Luis Toro-Ramallo. Y así…
Chaco. Llegué a la novela porque Jaime Nisttahuz me la recomendó, porque me dijo «Es la mejor novela que se ha escrito sobre la Guerra del Chaco… Es la mejor novela que se ha escrito en Bolivia… Monseñor Juan Quirós, mi amigo, decía: Así es Jaime, la mejor novela que se ha escrito sobre la Guerra del Chaco ha sido escrita por alguien que jamás estuvo en la guerra.».
Chaco. Ni Guzmán ni Diez de Medina le dieron mucho crédito e importancia. Augusto Guzmán —en La novela en Bolivia— creyendo que los radicados en el extranjero no tienen la autoridad suficiente para tratar lo acontecido en nuestro territorio. Fernando Diez de Medina —en Literatura boliviana— limitándose decir: «El sentido paisajil, la angustia psicológica, la visión subjetiva, el estilo elegante se pierden en el exceso de paisajes procaces. (…) ¿Novela? En el sentido cabal del término se diría que no la hay».
Chaco. Menos mal que adquirí la novela antes de leer los comentarios de Augusto Guzmán y Fernando Diez de Medina. Menos mal que leí el libro días después de que Ronal Rodriguez Barradas repita una de las frases que lo caracterizan: «¡Es poderoso!» —eso, apenas oyó salir de mis labios: Chaco.
¿Por qué será que esto está tan lejos de todo? Aquí parece que no existe ni el tiempo ni la distancia. Se camina y siempre es igual. Así debe ser el marRevisando en mi biblioteca personal, encontré un par de libros que le dedican más de un párrafo. Enrique Finot —en Historia de la literatura boliviana— dice: «ha sido reputada como la mejor novela de la guerra con el Paraguay. ¡Y fué escrita por un hombre que no estuvo en la guerra!». Juan Quirós dedicó cuatro hermosas páginas —en La raíz y las hojas— a un libro que rescata parte de la vida y obra de Luis Toro-Ramallo —Gente de mi tiempo de Luis Durand—, páginas en las que, ayudándose de citas, dice, lo siguiente:
«A propósito de CHACO, escribe Durand:
—Luis Toro aseguraba que había tomado parte directa en la guerra, en calidad de sargento… Contaba innumerables episodios de la guerra, en los que casi siempre había tomado parte importante. Sin embargo, el general David Toro, primo suyo y ex Presidente de Bolivia, quien después de ser derribado por Busch vino a vivir a Chile, nos decía riendo:
—Pero si Lucho no ha estado jamás en la guerra. Todo eso que refiere en su libro lo ha oído conversar en Villa Montes, en donde estuvo ocupado en las oficinas del ejército.
Agrega Durand:
—Fuese verdad o invención lo cierto es que los relatos de la novela de Toro, tenían un acento de veracidad tal, que daban una sensación muy directa y patética de los incidentes y entreveros que se desarrollaban en esa guerra de escaramuzas y de asaltos sorpresivos.».
En las estaciones se incorporan muchos indios. Entran al tren como si se tratara de ir al pueblo cercano. Se acurrucan tranquilamente y miran, sin ver, el paisaje.Yo, ¿qué puedo decir?, no sé que decir, cada que hablo de Chaco de Luis Toro-Ramallo recuerdo pasajes que con anterioridad había olvidado… Aún así, permítanme intentarlo.
Alguien comenta la partida de los indios. Van a la guerra lo mismo que a todas partes. Sin despedidas. Sin preparativos. Tercian el poncho, salen del rancho y con paso elástico, llegan a la estación o al cuartel que les han indicado. Cuando reciben uniforme, hacen de su traje típico, un envoltorio y lo dejan en el camino, al cuidado del primero que quiera hacerse cargo de sus cosas. Proceden en la misma forma que procedieron, cuando acudieron al cuartel a cumplir el servicio militar. Parece que pensaran volver al día siguiente.
Los libros que valen son aquellos que generan la necesidad de consultar otros libros —como ya se habrán dado cuenta, esto, más que una reseña es el resultado de los libros que he podido consultar, el resultado de la lectura y relectura de una novela que fue rechazada y aceptada en tiempos de su publicación. Sí, los libros que valen son aquellos en que los relatos se interrelacionan a pesar del tiempo en que se desarrollan, son los que tratan temas universales —incluso desde lo vernacular—generando sentimientos desencontrados. Chaco es de esos libros. En Chaco el protagonista es el paisaje, un personaje prosopopéyico que moldea a los hombres: esos contendientes que ignoran porque están luchando.
Se podría llamar a esto una guerra? Hay soldados veteranos, que no han visto nunca al enemigo.¿Por qué no existen resentimientos con nuestros hermanos paraguayos? ¿Hubo un culpable o hubo culpables? ¿Qué nos lleva a aborrecer a nuestros gobernantes del ayer, hoy y mañana? ¿Qué sentimiento llevó a que se produzcan revoluciones como la del 52? ¿Cuánto sabíamos y cuánto sabremos sobre nuestro país y su gente?... Son algunas de las preguntas y emociones que despierta esta novela. Preguntas y emociones que despiertan pocas novelas, esas, que no sólo amenazan con perdurar en el tiempo.
Se dispara al bosque y el bosque parece que respondiera el fuego. Es una lucha entre fantasmas. Salen del bosque los obuses como bólidos de acero y tronchan ramas y troncos. Del bosque sale el rosario de muerte de las ametralladoras y nunca vemos a nadie. Apenas si a veces una silueta borrosa, verde gris, como las hojas, se muestra un segundo.
Ya obsesiona la selva preñada de peligros. Sólo se divisan unos cuantos metros a los costados de nuestras propias líneas. De más allá sólo llega el fragor de la lucha y no sabemos lo que pasa.
De improviso, de un momento a otro, puede surgir, casi a nuestro mismo lado, el enemigo, como una aparición. ¿Qué pasa? Nunca se sabe lo que pasa, ni se ve nada, ni se siente otra cosa, que la presencia del bosque contra el que se dispara, porque en realidad es el único enemigo a la vista.
Calificación: Cinco eÑes sobre cinco.
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