Para King que, actualmente, mueve la
cola desde el jardín.
Son dos los perros que han marcado las páginas de los
libros que he leído. Son más de dos los que han marcado mis piernas, muslos y trasero.
De los que han marcado páginas, uno, pertenece a mi primer acercamiento con la
literatura, pertenece al cuento El león y
el perrito de Tolstoi, otro, que es más bien parte de una jauría, pertenece
a Los perros del destino de Saki. De
los otros, de los más de dos, no tengo mucho que decir, las cicatrices hablan
por sí solas; en veintiséis años de vida, he sido mordido, con mayor y menor
éxito, por los perros de una calle que es y no la mía, la calle sobre la que
situaron una habitación a la que llamo mía.
Vuelvo mis pasos atrás y, en el vano intento de enterrar
la imagen de los dientes que han impedido mi ingreso y salida de aquella casa, resuelvo
incluir a otros perros en la lista de perros que han marcado páginas. Entre
separadores y apuntes, están allí: el que saca de paseo a su ama en La dama del perrito de Chéjov, el que
sufre las crueles atenciones de un acomplejado en Tobias Mindernickel de Mann, el que no es otro que Mefistófeles en Fausto de Goethe, los que han sido
entrenados para oprimir en Rebelión en la
granja de Orwell, los que el padre oyó sin ayuda de su hijo en No oyes ladrar a los perros de Rulfo, los
que sólo han podido ser domesticados después de que les hayan quebrado los
dientes en el País de las sombras de
Ruesch, Los perros héroes de un parapléjico
que se las tomó contra Bellatin y… Allí están, entre páginas que me alejan de la
cachorrita ciega que se acercó a mi amigo, Gonzalo Lecoña, en San Buenaventura.
La que se alejó de su madre a días de haber nacido, la que sólo atendía al
llamado de mi amigo y, al tercer día de haberse presentado en nuestras vidas,
murió, o desapareció, no lo sabemos.
Me queda claro, el perro es el más humano de los
animales. Su misión es sumisión. Gruñe más de lo que ataca o defiende. Saca la
lengua seguido. Babea cuando duerme y más aún cuando sueña. Intercambia fluidos
seminales con toda y todo aquel que, después de cierta insistencia, se lo
permite. Provoca cuando se siente parte de una jauría. Los que pertenecen a
barrios marginales abundan y hasta interactúan con otros perros más, y mejor, que
con su dueño. Algunos tienen más suerte que otros, dependiendo del hogar en que
los alojen, ya que hay lugares en que los llaman hijos y los tratan como a tales.
Reciben, más que educación, entrenamiento. Comen a veces mejor que un vagabundo
y hasta son llamados vagabundos. Domesticarlos se hace difícil cuando han
pasado los años; ya que su patrón de conducta no responde a los caprichos de su
am... Eso sí, a diferencia del hombre, en ciudades capitales, han domesticado a
su amo; un amo que desearía hacer lo mismo con el suyo, desearía tener algo más
de poder pero se conforma con el hecho de tener a un perro como mascota.
Los hombres que manipulan la conducta de sus perros,
no lo sé, no sé si me desilusionan más que los que tienen un perro por mascota…
y meses después lo descuidan. Y es que un animal es lo mejor que le ha pasado a
toda esa gente que sustituye lo que no tiene con un animal.
¡Pobres Animales!
Perros-hombres, hombres-perros. Yo mismo, si no fui
uno, al menos me sentí como tal. De niño corría detrás de los automóviles, de
una calle a otra, tratando de seguirles el ritmo y superarlos; sin ladrar,
claro. En su momento, llamé “¡Perra!” a más de una mujer que no quiso nada
conmigo; ni siquiera darme un bofetón. Propuse y acepté cambiar de postura, “la
del perrito”, siendo que nunca fue de mis favoritas. Dormí sobre el suelo, con
y sin sol de por medio. Hice estupideces por un poco de atención más que por
comida.
Habrá que estudiar a los hombres para entender a los
perros; y viceversa. Habrá que prohibir el ingreso a los dueños de mascotas; no
así a las mascotas. Habrá que considerar que una cosa es el hombre-perro como
individuo (el de Tolstoi) y otra el perro-hombre colectivo (el de Saki). Habrá
que recordar que no sólo al perro se le de muy bien eso de imitar
comportamientos. Habrá que aceptar que todos, animales o no, amos y mascotas,
responden a un instinto de sobrevivencia al mostrarse domesticados y prestos a
seguir el juego. Habrá que señalar con el dedo a los que han perdido el sentido
del olfato. Habrá que leer la entrevista que le hicieron en 1993 a la reina de
Inglaterra que es, además, adiestradora y entrenadora de perros de caza. Habrá
que llevar algo de Pan y Circo en un bolsillo, para seguir modificando conductas
y evitarnos problemas, y habrá que llevar un pote de pomada cicatrizante en el
otro.
Total, a perros y hombres, los han separado el habla,
la escritura, una cola y una coma. Total, “domesticadas” en una casa que no es
la suya, no todas, no todas, como Lassie, reaccionan y se van.
Publicado en PuntoAparte, Nro.7: Perros, en abril de 2013.
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