Encuentro que durante el 2014 dejé que se llevaran libros
que formaron parte de las listas que hice en años pasados. No sé si llamar a
esto Madurar, siendo que cada cosa, creo, debiera ser llamada por su nombre.
Tengo una impresión: de poco hubiese servido un diccionario (de sinónimos)
siendo que todavía no he terminado de leer el que tengo esperando al lado de mi
almohada. Miro a mis espaldas y el librero sigue allí, aguardando al día en que
será reemplazado, llevado al basurero municipal, o trasladado a un depósito de
chatarra hasta que llegue alguien más para desmembrarlo porque, creo, cada cosa
debiera ser llamada por su nombre.
Mejor,
pero, que pensar en lo que vendrá y se irá, es hacer digestión, caminando o no
y estableciendo un nuevo orden (si tal cosa puede hacerse). Hay libros que, si
bien no forman parte de esta lista, me han dejado algo más que un título
memorizado: Las diez y media de una noche
de verano de Marguerite Duras, Relatos
de Samuel Beckett, Celestino antes del
alba de Reinaldo Arenas, Instrucciones
para vivir en México de Jorge Ibargüengoitia, Ficción súbita de Robert Shapard y James Thomas, Trabajos del reino de Yuri Herrera, Historias del atardecer de Dino Buzzati,
Cutimuncu de Luis Toro Ramallo, En la corte de mi padre de Isaac
Bashevis Singer, El profundo sur de
Andrés Rivera, Cuarteles de invierno
de Osvaldo Soriano, La región prohibida
de Fabiola Morales y La justicia del Inca
de Tristán Marof. Hay también escritores a los que sigo leyendo, Buzzati y
Bashevis Singer son la prueba de lo anterior dicho. Finalmente están Rubem
Fonseca y Andrés Rivera que vuelven a formar parte de esta lista y espero
suceda lo mismo el siguiente año:
13. La ciudad prometida:
Pobladores y organizaciones sociales en El Alto
Godofredo Sandoval Z. y M.
Fernanda Sostres
Systema
12. La máscara de piedra:
Simbolismo y personalidad aymaras en la historia
Fernando Montes Ruiz
Quipus
11. El hombre que ya no tenía nada que hacer
Peter Bichsel
Traducción de José A. Santiago
Tagle
SM
10. Elefante
Federico Falco
El Cuervo
09. El pájaro pintado
Jerzy Kosinski
Traducción de Eduardo Goligorski
Círculo de Lectores
08. ¿Qué le parece América, paisano?
William Saroyan
Traducción de Juan Rodriguez
Chicano
Siglo Veinte
07. Razón de Ser
Alejo Carpentier
Letras Cubanas
06. El mundo el texto y el crítico
Edward W. Said
Traducción de Ricardo García
Pérez
DEBOLSILLO
05. El bosque de la noche
Djuna Barnes
Traducción de Ana M.ª de la Fuente
Seix Barral
04. Para una tumba sin nombre
Juan Carlos Onetti
Seix Barral
03. La forma del mal
Julio Durán
Edición del autor
02. El gran arte
Rubem Fonseca
Traducción de Miriam Lopes Moura
Oveja Negra
01. Cuentos escogidos
Andrés Rivera
Alfaguara
El juez le preguntó al hombre que tenía sentado frente a él, de qué se ocupaba. El hombre estuvo a punto de contestar de nada, porque detestaba l mentira y las verdades a medias, pero temió que sus palabras fuesen interpretadas como una insolencia. Y el hombre sentado frente al juez detestaba la insolencia y la impuntualidad. Respondió que vivía de su campo. Y se dijo que no mintió. Se dijo que el campo estaba ahí, que las vacas estaban ahí, el molino y la pileta en la que se conservaban cerca de tres mil litro de agua estaban ahí, la casa de material que levantó su bisabuelo y que su abuelo refaccionó estaba ahí. Y eso era todo. El cielo y el aire, los silencios, las tardes de verano, las lluvias y los días que pasaron y vendrían, y los retratos borrosos de su bisabuelo, del abuelo de sus padres y de sus hermanos, de bailes y mujeres que fueron, estaban ahí. Sí: también las armas de los suyos que se batieron en la guerra de la independencia y en las guerras civiles estaban ahí. Y él nunca cuidó nada de eso. No quiso, no le interesó cuidar nada de eso. ¿Para qué?
¿POR QUÉ Cuentos escogidos ENCABEZA ESTA LISTA?
Borges, refiriéndose a Fervor en Buenos Aires, dijo en su Autobiografía: “mirándolo ahora en
perspectiva, creo que nunca me aparté mucho de ese libro. Siento que todos mis
textos siguientes simplemente han desarrollado temas que estaban inicialmente
allí; siento que durante toda mi vida he estado reescribiendo ese único libro.”
Quizá, reconociendo la influencia que ejerció Borges en él, cosa similar diría
Andrés Rivera refiriéndose al uso repetitivo de palabras, calificativos (des)acreditadores,
que al sonar melódicas se modifican y cobran mayor importancia en el desarrollo
de relatos tan llenos de personajes empáticos no vacíos de preguntas, relatos en
que temas como el lento y duro aprendizaje, la violencia, el acontecimiento
histórico, el erotismo y su relación con el poder género-generacional, la
provocación y la expectativa, ambientaciones y retratos que se superponen,
también se repiten. Por ello, quizá, vuelvo a Borges refriéndose esta vez a El Zahir: “Mi punto de partida fue una
palabra, una palabra que usamos casi todos los días sin darnos cuenta de lo
misterioso que hay en ella (salvo que todas las palabras son misteriosas):
pensé en la palabra inolvidable, unforgetable en inglés. Me detuve, no sé por
qué, ya que había oído esa palabra miles de veces, casi no pasa un día en que
no la oiga; pensé qué raro sería si hubiera algo que realmente no pudiéramos
olvidar. Qué raro sería si hubiera, en lo que llamamos realidad, una cosa, un
objeto -¿por qué, no?- que fuera realmente inolvidable […] Es una consideración
bastante pobre, como ustedes han visto. Enseguida pensé que si hay algo
inolvidable, ese algo debe ser común […] no habría ninguna gracia en un cuento
con un minotauro, con una quimera, con un unicornio inolvidable; no, tenía que
ser algo muy común. Al pensar en ese algo común pensé, creo que inmediatamente,
en una moneda”.
Vuelvo a llenarme de preguntas al
leer cuentos como El país de los ganados
y las mieses, Un tiempo muy corto, un
largo silencio, Campo en silencio, Willy, La lenta velocidad del coraje, Un
largo pasillo iluminado, Lento, Apetitos, Visa para ningún lado. Leo el prólogo del libro y me entero de que
varios cuentos fueron reescritos, me pica la curiosidad de conocer las primeras
versiones de varios de ellos, eso, mientras releo por tercera vez este libro y
por octava vez un fragmento de La paz que
conquistamos: “Y la boca. Ah, la boca. Se sabe: es la memoria de los
desastres. Consigna general: callar. Porque la realidad es irreproducible y la
literatura miente como una puta vieja, o como una dama que escamotea sus
arrugas frente al espejo. Algo, sin embargo, es cierto: aprendimos a
sobrevivir. Cada uno de nosotros conoce el precio que pagó.” Cierro el libro y
guardo silencio (¿por cuánto?) al reproducir las palabras de Willy: “El oído es tan selectivo como la
memoria.”
Hombre leído, Andrés Rivera, hombre que alejándose (¿apenas?) de la
novela histórica escribe grandes cuentos… “gira sobre sí mismo y abandona el
escenario. Y eso, creo, es lo que mira […] desde el lugar al que llegó.”
0 Comentarios:
Publicar un comentario