El Escritor Dentro del Café intercambia pareceres sobre la obra de Fulanito con Menganito. Menganito asegura haber leído a Fulanito. Menganito es un lector, un relector, es decir, un Aspirante a Escritor que no desaprovecha oportunidad para leer sus cuentos impresos en hojas de papel tamaño A4.
El Escritor Dentro del Café, accede, escucha y advierte la intención de Menganito; quiere imitar a uno de sus escritores favoritos. El escritor toma las hojas de papel. Lee ahora por su cuenta, algo le resulta agradable y bastante familiar. Lee el primer cuento, lee el segundo. Es atrapado por el impreso al punto de ignorar la música ambiente del local. Da su opinión. Dice que tales cuentos le gustan y le recuerdan a los de un escritor, cuyo nombre, a pesar de los esfuerzos, no puede recordar. Le gustan al punto de sentirlos mejores de lo que son.
El Aspirante a Escritor agradece mucho el juicio de valor y, sin rodeos, da el nombre de la persona a la que quiere imitar. Es el Escritor Dentro del Café, es él a quien el Aspirante a Escritor quiere imitar.
Silencio.
El Escritor Dentro del Café, dentro del escaparate, se abstrae, detiene la vista en un punto fijo, sin embargo, no lo mira, es el punto fijo el que lo mira a él… Llega a la conclusión de que es un fracasado. Concluye, relacionando “imaginación” y “entendimiento”, que ha escrito textos que sólo tienen un enfoque mordaz y a la vez paternalista, que sus personajes son expresionistas, caricaturescos y populares.
Retrae la silla, apaga el cigarrillo, se pone de pie, toma su saco, lo viste, extrae su billetera, extrae un billete de la billetera y, Bueno, finalmente, extrae su cuerpo del local. Voltea. Habla sin titubear antes de irse: Hijo, tienes que dejar de escribir tanta mierda bonita. Escribes sobre aquello que dices conocer pero no vives. Mira, te las das de héroe, pero no eres más que un metiche. Oye, ¿te gustaría acaso que un joven del área rural venga a darte su opinión sobre los programas televisivos que ves o la música que escuchas, sobre tus hábitos de consumo alimenticio o cómo administras tu dinero y tu tiempo?.
El Aspirante a Escritor, dentro del café, dentro del escaparate, se abstrae, detiene la vista en un punto fijo, sin embargo, no lo mira, es el punto fijo el que lo mira a él… Llega a la conclusión de que es un fracasado. Concluye que ha escrito textos que sólo tienen un enfoque mordaz y a la vez paternalista, que sus personajes son expresionistas, caricaturescos y populares.
El Escritor, fuera del café, fuera del escaparate, camina con paso lento y deja caer su pie derecho, lo oscila varias veces antes de permitir que contacte con el suelo. Pisa como si, “libre” o “adherente”, estuviese pisando a un Bello insecto, luego, deja caer su pie izquierdo, lo oscila varias veces antes de permitir que contacte con el suelo, pisa, pisa como si por vez primera, por primera vez primera en su vida, pisara tierra.

Una explosión. Un oído sensible. Una interjección. No de mis favoritas.
—Debe ser tal lugar.
—Debe ser tal otro.
—Espero que sea palacio de gobierno.
—Espero que no.

Más allá de la línea visual del horizonte hay alguien, y no es “El caminante sobre el mar de nubes”, recibiendo su Cambio, moneda por moneda. Mantiene la mano levantada, mantiene la mirada fija en los ojos de la Señora de la Tienda. Con la entrega de cada centavo se dibuja una mueca, se dibujan dos muecas. Terminado ya el ritual, el uno agradece, el otro no escucha.

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