PLAY: Podemos partir de lo conocido, sujetarnos de aquello. Esperar con temor el momento de ruptura, valiéndonos de un coro, de aquel coro que todos sabemos y cantamos minutos después de haberlo escuchado. Luego, o sentimos que estamos allí donde queremos estar, o intentamos incorporarnos creyendo ingenuamente que con ello podemos sacar algo, o simplemente nos sentimos ridículos y lo callamos (o lo decimos) creyendo ingenuamente que con ello podemos sacar algo.
FORWARD: Escuchas la voz del presentador que, micrófono en mano, nos presenta al que no es. Ya ni es ese alguien interpretando a alguien más. Ya no es aquel que, temiendo ser descubierto, aparenta ser algo. Es aquel que quiere ser descubierto escondiéndose en aquello que no es. ¿Por qué? Es una interrogante que nace de la curiosidad, pero que, al repetirse, se transforma en la molestia que produce hacérsela a diario; cada que llegas a casa y ves el televisor encendido, recibiendo, igual que ayer, la señal del canal VHF en Prime Time. Otro escenario en que se sigue presentando a la imitación como el único acto que nos puede salvar de ser lo que somos, que te empuja a creer que sólo necesitas ser como alguien más. Pero llega el sueño y con ello el descanso de aquel escenario paródico, que es sustituido por otro escenario paródico hasta el ridículo. Alguien se presenta, ya no como imitador, sino como el “doble perfecto” de cierto intérprete de música popular… El intérprete del intérprete musical. El que creyendo suplantar es suplantado.
REWIND: Ya no son sólo los fines de semana: La voz de Mexico, Parodiando.  Son, además, cuatro días hábiles con la llegada de Yo me llamo. Por lo que hablamos de seis días de exposición a imitadores, seis días para hacer (todavía) más conocidos a los que ya son conocidos. La televisión se vale de aquellos anónimos que quieren no serlo, presentándoles “una oportunidad irrepetible”. Ganan los mismos, pero te hacen creer que puedes ser el próximo ganador. Entonces, prefieres no hablar de los herederos de un estereotipo que se repite, de personas que limitan su lenguaje, limitan sus conocimientos y capacidades, valiéndose apenas de un vocabulario empobrecido: el de la publicidad, aquel lenguaje que no hace más que reducir todo a (falsos) sinónimos. Bienvenido a la eterna búsqueda de la comodidad, que ya ni es búsqueda sino sólo comodidad.
RECORD: Si con Internet las opciones se hicieron mayores, son menores las intenciones de darlas a conocer. Con el quiebre aparecieron nuevos intermediarios, pero no desaparecieron los viejos. Cosa de reforzamiento, cosa de limitación. No todos acceden a las innovaciones tecnológicas al mismo tiempo, y si acceden es de forma gradual; o quedan los viejos medios de comunicación o llegan los nuevos medios para ser usados como viejos. En la ley del más fuerte, tirando para abajo, se busca llegar a un punto de equilibrio. Con la anulación del YO como requisito para el acceso a una carrera musical, lo implícito se hace explicito, estamos convocados a la declaración pública de una incapacidad: la de producir. Y es esa la declaración que necesitan aquellos que reproducen una estructura de comercialización de productos culturales que, viendo que a diario su público se reduce, insisten en llegar a públicos más jóvenes por intermedio de la transmisión oral. Pero ni siquiera tales intenciones pueden reproducirse en su totalidad, es por ello que, partiendo de lo reconocible, se dan modificaciones en los programas televisivos.
STOP: Somos incapaces, y no sólo los bolivianos, de copiar algo, de reproducirlo en su totalidad. Máximo podemos reinterpretar, recrear o reconstruir aquello que al perder parte de su esencia gana algo de la nuestra. Entonces, hacernos creer que en programas como Yo me llamo, el jurado trabajará para encontrar al “doble perfecto” es aprovecharse de la poca fe que nos queda, pero de la que siempre quedará algo. Hablamos del que te miente presentándose como alguien que nunca llegará a ser, hablamos, también, de aquellos que le mienten a aquel que se presenta como alguien que nunca llegará a ser, de aquellos que ni son profesionales ni desean serlo, de aquellos que buscan mantener quince minutos más de fama y atención. Hablas de los que se mienten y se desilusionan a sí mismos, tú incluido.
PLAY: En El Alto, de donde vienes, el televisor está encendido todo el día, más que un compañero silencioso, es aquel que recibe más atención. Está en la casa o en el puesto de venta. Hay, además, karaokes en los que llevas tiempo entrenando, acompañado de amigos, café o refrescos. Antes no entrenabas, y si cantabas lo hacías para divertirte, lo hacías con irreverencia y burla, porque más que una imitación hacías un remake, más que el cover escuchabas el playback. Y hasta creías que había algo de cierto en lo dicho por Calle 13: “Adidas no me usa, yo estoy usando Adidas”.
PAUSE: Caminando por la feria 16 de julio, fuiste víctima de lo hiper-trucho, fuiste víctima de la comercialización de aquel producto trabajado desde lo engañoso y que partiendo de una promesa te llevó a comprar discos que no existen oficialmente, pero que son esperados (Happy Feet bailando Tinku, La era del hielo 5). Caíste y celebraste el haberlo hecho porque, al final, tuviste en manos algo más que la reproducción de un contenido, algo que fue producido por gente que pensó que así podría dar a conocer su trabajo y, en cierta medida, lo hizo. Lo trucho, en cambio, te ha dejado mucho que desear, dejando visto que ya no se desea (casi) nada.
EJECT: Trabajas tu texto partiendo de lo reconocible y lo habitado, desde aquel acto introductorio que anuncia la llegada de algo más: Incorporación y renuncia. Pero en Yo me lamo queda eso, sólo lo introductorio, lo habitado y reconocible. El siguiente paso es el anterior, no interesan ni nudo ni desenlace. No cuenta lo nuevo y por venir, cuenta lo que es y quiere seguir siendo. Partimos textualmente de lo que ya existe para llegar a lo que ya existe.
PLAY: Se dice que Bolivia es un país desolado, tomando como referencia a los Andes. Hablar de un lugar “inhóspito” es una invitación a habitarlo y a no dejar, más bien, que sea utilizado como vertedero. Ni bien se disminuyen las libertades colectivas, se genera un ambiente propicio para nuevas formas de transgresión, por eso, el lenguaje limitado, el lenguaje que se adopta, también permite el (re)descubrimiento de verdades que en su momento no recibieron la atención debida. La nada es el punto de partida para trabajar un imaginario y comunicarlo. Eres capaz de crear desde aquel vacío, partiendo si se quiere de lo hiper-trucho. Desde lo inhóspito también es posible hacer descubrimientos (o redescubrimientos), como el presente, porque incluso no tener nada que decir es ya algo.
FORWARD: Se dan países en los que, por ley, se limita y se reduce la compra de series y programas extranjeros. Se dan países en los que, para ver películas nacionales, ingresar al cine es más barato que subir al bus. Ya que hablamos de imitar, ¿por qué no imitamos esto? (Aunque, hasta para eso, tal vez ya sea tarde) No puedes dejar a la mano invisible del mercado la producción y comercialización de productos culturales, porque haciendo tal abandonas aquella búsqueda de un nacionalismo ficticio (toda nacionalidad lo es). Pero ya ves, hasta la neocolonización nos ha llegado tarde, y no por eso sacamos provecho de ello. ¿Es lo que nos merecemos por ni siquiera haber establecido un (discutible) canon nacional?, ¿por no saber qué es lo boliviano, sabiendo que tal cosa nacerá el día en que nos hagamos tal pregunta? Ya para qué la Guerra del Chaco. Tal parece, hay otras cosas que te preocupan, y, con el perdón de Maslow, ni siquiera son tus necesidades fisiológicas.
SHUFFLE: La mujer es el primer contacto de todo aquel que llega al mundo para reproducirlo, reinterpretarlo, reconstruirlo y reestructurarlo. El televisor haciendo el papel de niñera, ya ni siquiera el padre, es el segundo contacto. Tiempo después llegan un tercero y quinto, todos disputando por algo de atención, desplazando al que le antecede. Eso, hasta que cuatro de los cinco declinen y sólo uno se quede con casi toda tu atención. Entonces, reducido a un solo lenguaje, el mundo sólo se reproduce, no se reinterpreta ni se reconstruye ni se reestrucura. El uno se sublima al otro: La mujer al hombre, el indígena al mestizo, el obrero al patrón, y así…
REPEAT: Los programas de televisión pasan (lo que es sano), pero aquellos que vieron tales programas de televisión durarán un poco más, (lo que no es tan sano); hablamos de una generación que, como todas, no romperá por completo sus lazos con la generación anterior. Por ello es que los programas de televisión siguen reforzando ese discurso que suena familiar (por no decir agotándolo), valiéndose del recuerdo de los viejos “ídolos” olvidables, de uno o dos temas musicales que seguirán reproduciéndose y difundiéndose por otros canales; canales que no son los de televisión; canales que se reproducen como una pista, siempre al alcance de aquellos que no harán nada, pero, micrófono en mano, dirán que sí, dirán: “Probando, probando. Sí. Sí.”.

2 comentarios:

  1. Alexis, si no fuera por lo que antes me contaste sobre este escrito de opinión pública, no podría entenderlo muy bien, por lo que se refiere a la ingenuidad o la ridiculez que implica cantar en ese programa de televisión: “Yo me llamo”. Incluso la paráfrasis del título acusa la banalidad del sentido. Pero, aún estando de acuerdo contra la frivolidad de los medios masivos y sus programas de entretenimiento, todavía me queda la duda de si todos aquellos que critican la pobreza de la cultura en el país, no son también ellos sujetos de cursilería cuando abogan por su enriquecimiento a través de libros “difíciles” y música “complicada”, por decir algo. ¿Acaso nosotros tampoco queremos llamarnos como nuestros héroes digamos más civilizados, y, en este sentido, la diferencia que nos separa de aquellos brutos que aúllan sus canciones preferidas, sólo estriba en la ilusión que, pedantemente, construimos a propósito de los méritos de unos y otros, nada más?

    Haciéndonos a los señoritos y señoritas también somos ingenuos y ridículos; pero, igual, haciéndonos a los indios e indias. En este sentido, no creo en el subterfugio de una reivindicación (“pluri-multi”) de las culturas populares o indígenas desde los privilegios que provee una determinada posición acomodada. Hay que fijarse que muchos de los agentes de esta política cultural no son indígenas ni populares, paradójicamente. Y los que lo son tienden a fingir lo contrario… En el mejor de los casos, son, las más de las veces, románticos que sueñan con alas de libertad, por lo menos, hasta conocer el valor del dinero. El mercado también hace negocio del arte y la educación, sin distinción de clase. Si antes los afanes de nuestra sociedad estaban en el blanqueamiento de la piel, ahora también están en su ennegrecimiento… Bueno, estimado Alexis, a fin de cuentas, ¿qué diremos de cada uno de nosotros frente al espejo de la conciencia: “yo me llamo” Fifí Condori?

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