Debo confesar que desde niño he odiado a los hipócritas, a quienes alaban a quién no deben. No hay que ser docto para darse cuenta que este es un mundo en que gana el temor a perder reconocimiento, a verse mañana sin determinada posición social o económica. Aunque claro, por otro lado están quienes viven de criticar a diestra y siniestra, quienes han hecho de este acto un deporte que goza de la aprobación de los morbosos.
Pero además debo confesar que llegué a extremos fundamentalistas en contra de la hipocresía, en su tiempo me alejé de muchas amistades por desencuentros con sus otras amistades. Desencuentros para el olvido de uno, pero no del otro, desencuentros que terminan en reencuentros con el que bien puede haber cambiado debido a tus palabras, o bien lleva tiempo esperando este segundo round que le ha otorgado la vida.
Todo fundamentalista cae en la criticada mediocridad, y a mi me llegó ese momento para meditar y salvar al poco sentido común que me quedaba o por el otro lado hundirme para manchar el rosa de un nuevo cuerpo. Es por eso que hoy me he distanciado de algunas personas en espera de no darles oportunidad a que hable mal de ellas, y a otras he tenido que contenerme de decirles: "Guapa, lo tuyo siempre fue demanda, jamás oferta".
Por eso, a pesar de que mi niño empolvado en el perchero se ríe del adulto que llevo puesto, he optado por cambiar mi opinión, bueno, más bien he optado por compartir la de otro. Dadas las circunstancias me es grato repetir estas profundas y punzantes palabras de Remy de Gourmont:
Pero además debo confesar que llegué a extremos fundamentalistas en contra de la hipocresía, en su tiempo me alejé de muchas amistades por desencuentros con sus otras amistades. Desencuentros para el olvido de uno, pero no del otro, desencuentros que terminan en reencuentros con el que bien puede haber cambiado debido a tus palabras, o bien lleva tiempo esperando este segundo round que le ha otorgado la vida.
Todo fundamentalista cae en la criticada mediocridad, y a mi me llegó ese momento para meditar y salvar al poco sentido común que me quedaba o por el otro lado hundirme para manchar el rosa de un nuevo cuerpo. Es por eso que hoy me he distanciado de algunas personas en espera de no darles oportunidad a que hable mal de ellas, y a otras he tenido que contenerme de decirles: "Guapa, lo tuyo siempre fue demanda, jamás oferta".
Por eso, a pesar de que mi niño empolvado en el perchero se ríe del adulto que llevo puesto, he optado por cambiar mi opinión, bueno, más bien he optado por compartir la de otro. Dadas las circunstancias me es grato repetir estas profundas y punzantes palabras de Remy de Gourmont:
Es preciso halagar a los imbéciles y halagarlos en sus cualidades menos nocivas. Tal vez sea un instinto de conversación lo que lleva a la sociedad a conceder provisionalmente la gloria a tantos espíritus mediocres.
Il faut faltter les imbéciles et les flatter dans leurs facultés les moin nocives. C'est peu-être un instinct de conversation qui pousse la société à conférer provisoirement la gloire à tant de médiocres esprits.
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