Hay, entre otras cosas, un tema abordado por Jaime que está presente desde Escrito en los muros (1976) hasta Recodo en el aire (2003). El que más sobresale: El de las ventanas como símbolo, como pasadizos, como puentes, como escape, como sonidos, como ausencia. Ventanas abiertas, cerradas, ventanas de la memoria (nunca del olvido y la indiferencia), ventanas a las que hay lanzar piedras (y que son y no la de los amantes).
La poesía de Jaime, conceptualmente es eso, una ventana, el juego de ventanas de un Jaime que se ha establecido en el último piso del edificio más alto de la ciudad. Desde allí nos mira, se alegra, se asquea, y nos vuelve a mirar. No se sorprende, casi nunca, pero aún así nos vuelve a mirar.
            En la poesía de Jaime hay símbolos y sinécdoques más que metáforas. El murmullo de las ropas (1980). Palabras con agujeros (1983). La humedad es una sombra y otros poemas (1992).
Y es que él toma la parte como el todo, y es así como deber hacerse en la poesía. Sin demasiadas hipérboles, exponiendo lo vivido más que lo leído. Recibiendo lo que sobra de este mundo. Orinando clavos. Enfrentando a la muerte con epitafios. Como un punto. En busca de ese poema. Amando y experimentando.
           
            habría que hablar al revés y escribir oblicuamente
            para que las palabras terminen donde no acaban.
           
            «No hay tonto sin suerte», me dijo una vez Don Jaime y yo le estoy realmente agradecido. Tantas buenas lecturas son las que hemos compartido.
Gracias Jaime Nisttahuz.
El significado de las ventanas ha de sobrevivirnos.
           

Publicado en FondoNegro, de La Prensa, “Homenaje a Jaime Nisttahuz”, el 17 de febrero de 2013.

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